martes, 20 de octubre de 2015

EL HADES



Descensus ad Inferos

Y Helios se sumergió, y todos los caminos se llenaron de sombras. Entonces llegó nuestra nave a los confines de Océano de profundas corrientes, donde está el pueblo y la ciudad de los hombres Cimerios cubiertos por la oscuridad y la niebla. Nunca Helios, el brillante, los mira desde arriba con sus rayos, ni cuando va al cielo estrellado ni cuando de nuevo se vuelve a la tierra desde el cielo, sino que la noche se extiende sombría sobre estos desgraciados mortales.
 (...)
 Hijo mío, ¿cómo has bajado a la nebulosa oscuridad si estás vivo? Les es difícil a los vivos contemplar esto, pues hay en medio grandes ríos y terribles corrientes, y, antes que nada, Océano, al que no es posible atravesar a pie si no se tiene una fabricada nave.
 La Odisea, Homero (Canto XI pp. 201-202 , 205)

Así es como Homero nos describe en La Odisea el Hades o Inframundo, un lugar sombrío, oscuro y tenebroso, cubierto por constantes nieblas y rodeado de grandes ríos y terribles corrientes. El término Hades designa tanto al dios como al lugar donde éste habita, que no es otro que el reino de los muertos, el lote que le ha tocado en el reparto con sus hermanos Zeus y Posidón.

Hades, como Dios de los muertos, era una figura temible para los vivos. Éstos eran reticentes a decir juramentos en su nombre y, para muchos, nombrar la palabra "Hades" conllevaba miedo y superstición, por lo que se buscaron eufemismos que usar como "Érebo". En cambio, Hades como la morada de los muertos, era el lugar donde iban todos los mortales y muy pocos podían salir una vez que entraban en él.



El itinerario de las almas
El Inframundo griego era un territorio cruzado por diversos ríos, llanuras y pantanos, franqueado al sur por el Océano. A su vez, estaba dividido por varias zonas o partes geográficas.

La función de trasladar a los vivos al reino de los muertos la desempeñaba Thánatos ("La Muerte"), hermano inseparable de Hipno ("El Sueño"). Las almas de los muertos entraban al Hades o Érebo y se situaban junto a uno de los cinco ríos del Inframundo, el Aqueronte (río de la tristeza, de la pena o del infortunio). En este punto el difunto debía pagar al barquero Caronte, el titán menor hijo de Érebo y Nyx, una moneda a cambio de llevarle a la otra orilla del río. Es por esto que en Grecia, al morir, se colocaba una moneda debajo de la lengua o sobre los ojos del difunto. Quienes no podían pagar al barquero, eran obligados a vagar, como sombras, alrededor de la orilla del Cocito, río de la lamentación.

Al otro lado del río Aqueronte, se alzaba la triple muralla del Inframundo, custodiada por Cerbero, un perro tricéfalo que se encargaba de impedir la entrada a los vivos y evitar que los muertos escaparan del Hades. Tras sobrepasar la muralla, las almas de los difuntos se sometían a un juicio que determinaba a qué zona del Inframundo serían destinados. Los jueces eran el Rey Minos de Creta, el Rey Aecus de Egina y Rhadamanthys, hermano de Minos. Una vez conocida la sentencia, las almas partían hacia los Campos Asfódelos, hacia los Campos Elíseos o hacia el Tártaro, dependiendo de las acciones en su vida terrenal.

Aquellos que habían tenido una vida equilibrada respecto a los conceptos representativos del bien y del mal, partían hacia los Campos Asfódelos, una llanura en la que abundaban las flores Asfódelas (la comida favorita de los muertos). Las almas de los guerreros heroicos y de los hombres virtuosos partían hacia los Campos Elíseos, donde llevaban una existencia dichosa y feliz. En cambio, aquellas almas impías y malvadas eran enviadas a El Tártaro, un lugar tétrico, oscuro y habitado por formas y sombras incorpóreas.

Además del río Aqueronte y del río Cocito, existían tres ríos más. El río Estigia (río del odio), era considerado el límite entre la tierra y el mundo de los muertos; el río Piriflegetonte (rio de fuego), que fluía paralelo al río Estigia; y el río Lete (río del olvido), donde en sus aguas tranquilas las almas de los muertos bebían el olvido de su vida terrestre, perdiendo todos los recuerdos.

Plano del Inframundo en el Viaje de Eneas.
Año de 1823, por Andrea de Jorio.



Bibliografía

(1992) Odisea: Canto X y XI. Edición de José Luis Calvo. Madrid: Catedra.

GÓMEZ ESPELOSÍN, F. J. (2004): Introducción a la Grecia Antigua, Madrid, Alianza Editorial.

GRIMAL, P. (2009): Diccionario de Mitología griega y romana. Traducción de Francisco Payarols. Barcelona, Paidós Ibérica.

JÜNGER, F. (2006): Los Mitos Griegos. Tradución de Carlota Rubies. Barcelona, Herder.

LÓPEZ EIRE, A., VELASCO LÓPEZ, M. del H. (2012): La mitología griega: lenguaje de dioses y hombres, Madrid, Arco/Libros.

www. commons.wikimedia.org (imagen de Andrea de Jorio).





Autor: Israel Jacobo Alcón García




2 comentarios:

  1. ¿La sangre no sería la libacion favorita de los muertos ya que es lo que les nutre? No recordaba lo de las flores asfodelas.
    Magnifica entrada!

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  2. Efectivamente, encontramos una importante prueba de ello en el Canto XI de La Odisea, en el que Homero cuenta la forma en que las almas acudían hacia Odiseo con la esperanza de beber la sangre vigorosa y vital que éste traía consigo, tras realizar el sacrificio de varios animales:

    "Luego que hube suplicado al linaje de los difuntos con promesas y súplicas, yugule los ganados que había llevado junto a la fosa y fluía su negra sangre. Entonces se empezaron a congregar desde el Erebo las almas de los difuntos, esposas y solteras; y los ancianos que tienen mucho que soportar; y tiernas doncellas con el ánimo afectado por un dolor reciente; y muchos alcanzados por lanzas de bronce, hombres muertos en la guerra con las armas ensangrentadas. Andaban en grupos aquí y allá, a uno y otro lado de la fosa, con un clamor sobrenatural, y a mí me atenazó el pálido terror.
    (...)
    Entonces saqué la aguda espada de junto a mi muslo, me senté y no dejaba que las inertes cabezas de los muertos se acercaran a la sangre antes de que hubiera preguntado a Tiresias"

    Todo parece indicar que, aquellas almas que anhelaban beber la sangre de los animales sacrificados, pertenecían a personas que no habían recibido un entierro digno o que habían muerto de una forma "no natural" o tortuosa.

    Me alegra saber que te ha gustado la entrada.

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